Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), sólo dos tercios de todos los alimentos que producen a nivel mundial llegan a ser consumidos. El tercio desperdiciado representa una pérdia de mano de obra, agua, tierra, energía y recursos. Este dato no es menor en una época donde casi mil millones de personales pasan hambre.
Además se dice que la humanidad nunca comió tan mal como en ésta época. Se ha calificado como una pandemia cuyas causas son básicamente estructurales y responden a una industrial alimentaria muy poderosa.
Más del 70% de los alimentos que encontramos en el supermercado son ultraprocesados, por tanto contienen exceso de azúcares, grasas insalubrales y sodio. Este tipo de productos tiene efectos negativos no sólo en nuestro organismo sino en nuestro planeta.
Por otro lado, y en contraposición con a la comida rápida o “fast food” surgen movimientos como “slow food” o comida lenta que tienen como objetivo otorgar dignidad cultural a las temáticas relacionados con la comida y la alimentación. Promueven la práctica de una calidad de vida distinta, basada en el respeto a los tiempos naturales, al ambiente, la salud de los consumidores, métodos de producción, respeto por el medio ambiente, preservación del entorno y la biodiversidad así como el respeto a la comunidad y tradiciones.
Este artículo pretende rescatar las tradiciones culinarias, las recetas de las abuelas y los métodos ancestrales como una forma de recuperar la soberanía alimentaria y mejorar la calidad de vida de las comunidades.